Autora: María Jesús Cubillo García
Educar desde el alma: más allá del contenido
Educar es mucho más que transmitir conocimientos. Es un acto profundo de encuentro entre seres humanos.
Cada alumno, cada maestro y cada familia traen consigo su historia, sus raíces y su pertenencia.
Desde la Pedagogía Sistémica, inspirada en la mirada de Bert Hellinger, comprendemos que la escuela es un sistema de relaciones.
Y en ese sistema, el aprendizaje sucede dentro de un entramado invisible de vínculos que nos conectan con algo mayor.
En el aula nunca estamos solos: nos acompaña nuestro sistema familiar, nuestras experiencias, y nuestra necesidad profunda de ser reconocidos.
Pertenencia y vínculo: cada cual en su lugar
Uno de los principios fundamentales de la Pedagogía Sistémica es la pertenencia.
En un sistema sano, todos tienen un lugar.
Y cuando alguien —un alumno, un maestro, un padre— es excluido, el sistema reacciona.
¿Quién pertenece?
- El maestro y el alumno
- Sus padres y los padres de sus padres
- Todos los que estuvieron antes en la escuela
- Sus historias: las resueltas y las no resueltas
Ejemplos comunes:
- Un alumno con dificultades puede estar mostrando una exclusión familiar.
- Un maestro con conflictos en el aula puede estar repitiendo dinámicas propias.
- Un equipo educativo en crisis puede resonar con una historia no mirada del centro.
Nuestra tarea como educadores es incluirlo todo y a todos.
Como dice Brigitte Champetier de Ribes:
“La primera fuerza del amor es asentir.”
El orden invisible que sostiene el aula
La educación tiene un orden natural:
- Primero están los padres. Son los primeros educadores.
- Luego los maestros. Acompañan el crecimiento desde el respeto.
- Por último los alumnos. Están para recibir, aprender y desarrollarse.
Cuando un maestro honra a los padres de sus alumnos, su enseñanza fluye.
Cuando los desvaloriza, el niño, por amor, puede bloquearse para defender a su familia.
Y también se aplica al interior del educador:
- Un maestro que honra a sus propios padres, puede respetar a los de sus alumnos.
- Un director que honra su origen, encuentra su lugar en la institución.
El maestro y su relación con lo que enseña
Educar no solo es un vínculo con los alumnos, también lo es con los contenidos.
¿Ama el maestro la materia que enseña?
¿Está en paz con lo que transmite?
¿Está en su vocación o solo “cumple un horario”?
Muchos docentes se desconectan del sentido profundo de su labor, y eso los lleva al desgaste, al desánimo… al famoso burnout.
Cuando un maestro rechaza un contenido, los alumnos lo sienten.
Cuando lo ama y lo respeta, lo transmite con pasión… y los alumnos lo reciben con alegría.
Conclusión: educar es reconocer, acompañar y dar lugar
La Pedagogía Sistémica nos recuerda que la escuela puede ser un espacio de reconciliación.
Cuando cada persona ocupa su lugar,
cuando todos son vistos y respetados,
cuando el conocimiento se entrega con amor y orden…
entonces educar se convierte en un acto transformador.
Porque enseñar no es solo instruir.
Es mirar, incluir, reconocer…
Y honrar la vida en cada alumno, en cada historia, en cada instante.