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Después de más de 30 años en el aula, puedo decirlo sin dudar: educar no es solo enseñar, es acompañar.
Es mirar al niño, al joven, al estudiante… y ver también su historia, sus vínculos, su alma.
La Pedagogía Sistémica me permitió entender por qué algunos alumnos no pueden avanzar, por qué ciertos conflictos se repiten, por qué la escuela a veces se vuelve un campo de batalla en lugar de un espacio de crecimiento.
Cuando aplicamos la mirada sistémica en la educación, algo cambia.
Cambia el vínculo, cambia la energía, cambia el sentido.
Porque cuando un niño siente que pertenece, aprende mejor.
Cuando un docente toma su lugar con amor y firmeza, todo se ordena.
La educación puede ser un acto de sanación. Y para mí, lo es.
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