Un inicio que no fue casual
Todo comenzó en 2006… o quizás mucho antes.
En esos años, me estaba formando en Pedagogía Sistémica y Constelaciones Familiares.
Fue un tiempo de apertura, de asombro, de descubrir que cada historia tenía alma… y pedía ser escuchada.
Me ofrecieron presentar un caso en el Congreso de Pedagogía Sistémica. Si Bert Hellinger lo consideraba oportuno, lo constelaría él mismo.
Aunque perdí la carpeta con el caso… no perdí el rumbo.
El viaje se hizo igual. El destino me quería allí.
El Congreso: un lugar mágico
Recuerdo a quienes me hablaban de Bert con devoción. Decían que era como entrar en un espacio sagrado, lleno de sincronías.
Y así lo viví.
Cada mañana, Bert hablaba y luego constelaba.
Por las tardes, asistíamos a talleres. Yo, entonces enamorada del mundo de las constelaciones (y tal vez también de Joan Garriga), me inscribí en todos sus talleres sobre la pareja.
Un día, Angélica Olvera y Alfonso Malpica me invitaron al suyo. Me negué.
Angélica me dijo con ternura:
“Déjala, ella ya lo sabe todo.”
Hoy entiendo que no era el momento.
Y también sé que no hay errores. Todo tiene su hora.
El día que el alma habló
El último día del Congreso nos llamaron al escenario.
Fui la última en subir. Ahora comprendo por qué.
Bert me miró. No recuerdo qué me preguntó, ni qué respondí.
Solo recuerdo sus palabras:
“La escuela se muere. Es necesario hacer un reconocimiento.”
Me giré y vi al claustro detrás de mí.
Apareció la representante de la escuela.
Y recibí un abrazo profundo, simbólico, sagrado.
Del alma de la escuela. De algo mucho más grande.
Sentí respeto. Sentí honra. Sentí que el camino me había elegido.
De regreso… a la acción
Volví a mi colegio y todo fluyó.
Celebramos el 90 aniversario de la escuela de Valverde. Fue un acto de amor.
Ella creció… y aunque mi camino luego siguió, esa escuela sigue viva en mi corazón.
Gracias, Valverde. Te honro.
Te llevo en el alma, con gratitud y amor de maestra.
Cierre con alma
A veces no elegimos el camino…
El alma lo reconoce primero.
Y cuando lo honramos con amor, todo encuentra su lugar…
Y la vida florece.
Con cariño y gratitud,
Mª Jesús Cubillo García