Introducción para el blog:
A veces el alma de un niño nos habla más claro que mil teorías.
Este cuento nació desde el amor, con el deseo de acompañar a niñas y niños que han vivido una pérdida, un duelo o simplemente sienten que algo se desordenó en su pequeño universo.
Luc, el pequeño ninja, nos enseña que incluso desde el dolor más profundo se puede volver a confiar. Que hay voces invisibles —como la de un árbol sabio— que pueden guiarnos hacia nuestra misión.
Un cuento que honra el linaje, recuerda el lugar del hijo y siembra raíces de conciencia para crecer con alma.
El pequeño Ninja
Para Lucca Cubillo García.
El pequeño Ninja nació un día del mes de octubre, en medio de la espesura de un gran bosque.
Los árboles eran muy altos. Y sus copas eran tan altas, que parecía, fueran a tocar el cielo. Durante el día el sol brillaba y dejaba pasar sus rayos entre las ramas de los tupidos árboles del bosque. Por la noche la luna y las estrellas asomaban en medio de sus hojas.
Luc (que así se llamaba el pequeño Ninja) fue creciendo. Y se convirtió en un niño alegre y simpático. Luc, era muy curioso, quería verlo todo.
Siempre decía: A ver…
Le gustaba mucho pasear entre los árboles, tirar piedras en los lagos o en las charcas. Y lo que más le gustaba era jugar con sus hermanos y con sus amigos.
Miraba cada flor y cada árbol con mucha curiosidad. Quería aprender mucho.
Soñaba con ser el jefe de aquella tribu.
Pero un día la Paz que reinaba en aquella zona del bosque se vio interrumpida por el sonido del temido cuerno que llamaba a los guerreros del pueblo. Todos sabían que debían defenderse de los ataques de sus enemigos. Había llegado la hora. Los valientes ninjas se vistieron con sus trajes de guerra, cogieron sus armas y partieron.
Era el amanecer. El sol empezaba a brillar, los pájaros a gorgorear y Luc vio salir de casa a su padre vestido con su traje de guerra.
Todos los ninjas se fueron lejos, muy lejos. Para la gran lucha en medio de la espesura del bosque y las montañas.
Pasaron los días, las semanas y los meses. Y ninguno de aquellos valientes guerreros volvió a su casa.
Un año después llegó un hombre montado en un caballo blanco. Traía una mala noticia: todos los guerreros habían muerto en la batalla.
El pequeño ninja se sintió muy triste. Su madre, sus hermanos y toda la gente del pueblo estaban tristes y enfadados por la muerte de los fuertes y valientes guerreros ninjas. Su madre se pasaba el día llorando y ya no se ocupaba de él. El enfado y la tristeza habían llenado sus corazones.
Se dio cuenta de que algo había cambiado en su vida. Él era sólo un niño de 6 años, pero en ese momento supo que tenía una misión:
Defender a su pueblo de los malos. Iba a convertirse en un guerrero fuerte, sano y sabio para cuidar de su pueblo. Sería el jefe más valiente de toda la historia. Y para ser un guerrero fuerte debía prepararse.
Un día al amanecer salió a pasear. Vio como un ninja peleaba con una mujer y se sentó a mirar.
Sólo observaba como se defendía de su adversario, la mujer era muy peligrosa.
Ese día aprendió que lo primero que debe aprender un verdadero Ninja es a defenderse y a protegerse para que el enemigo lo golpee.
Así que empezó a entrenar. Aprendió a hacerse invisible, sabía esconderse muy bien. Cuidaba muy bien de su alimentación para que su cuerpo creciera sano y fuerte.
Decidió que ya no comería tantas chuches, pues aquello no le daba fuerza para una batalla. Era mejor comer un buen plato de sopa o un bocadillo cuando tuviera hambre.
Los años iban pasando y el pequeño Ninja iba creciendo. Pero la tristeza y el dolor por la muerte de su padre y por la pérdida de sus seres queridos seguían presentes en su corazón. NO podía olvidar el sonido del cuerno llamando a la guerra. Ni el recuerdo de su padre con su traje de guerrero subido en su caballo. También recordaba a los otros guerreros fuertes y valientes. Todos habían perdido la vida para defender a sus mujeres y a sus hijos.
Ahora sabía que él tenía una gran misión y la iba a cumplir. Se prometió que cuando tuviera la edad suficiente iría a hablar con el rey de su país. Le diría que ya era mayor y estaba preparado para luchar contra sus enemigos. Le contaría la historia de su padre y de los otros guerreros. Y se ofrecería para proteger y cuidar de su pueblo.
Un día salió a pasear por el bosque y se sentó junto a un viejo árbol. Estaba triste y desconsolado.
De pronto oyó una voz que le decía:
- Pequeño ninja, no llores más.
- Tu papá se ha ido, pero tú estás vivo.
- ¿Quién habla? – preguntó el pequeño ninja.
- Soy Yo, el árbol.
- Pero si los árboles, no hablan. Dijo el ninja.
- Bueno, sí hablamos, pero con otro lenguaje. – Dijo el árbol.
- Qué raro, yo no he oído nunca hablar a los árboles. Dijo el ninja.
- Tal vez porque nunca te has parado a escuchar.
- – dijo el ninja. Yo soy Luc y estoy triste porque he perdido a mi papá. Soy un niño. Cuando crezca y me haga mayor voy a ser un ninja muy fuerte. El mejor. Y voy a aprender a trepar para subir por las paredes y a los árboles. Y así voy a vigilar para que no vengan los malos.
- El viejo árbol le dijo, Eres muy pequeño y te queda mucho por aprender.
- Si pero yo soy muy listo, dijo Luc. Y muy rápido.
- Soy rapidísimo. Y me lo aprendo todo. ¿A que tú no sabes que soy buenísimo jugando al fútbol?
El viejo árbol, lo miró con una sonrisa y le dijo:
- Pequeño Luc, hace años conocí a tu padre, a tus abuelos, bisabuelos y otros hombres de este pueblo. Todos han sido grandes guerreros ninjas y tú tienes que aprender de ellos.
Los ninjas son fuertes porque comen bien y cuidan su cuerpo.
Comen sano y entrenan sin hacerse daño.
-Si yo como bien. – Dijo Luc.
-Ah ¿sí? – Dijo el árbol.
Veamos que comes.
-Pues como……………fruta, verdura, pescado,
– Ahora voy a enseñarte algo importante. – dijo el árbol.
“Sólo eres un niño”
Eres el segundo de tus hermanos.
Y tu misión es alimentarte bien, crecer, jugar, estudiar y hacerte muy fuerte.
Deja que los mayores se ocupen de sus cosas. Solo eres el segundo de tus hermanos…
Ven mañana de nuevo a visitarme y te enseñará a trepar por los árboles.
Yo puedo enseñarte a escalar para que subas por las paredes.
El pequeño ninja volvió al día siguiente. Le gustaba hablar con el viejo árbol.
Era su secreto y no se lo contaba a nadie. Sabía que no le iban a entender. Nadie se iba a creer que podía hablar con un árbol. “Eso son tonterías pensaría su madre” Así que Luc guardó su secreto.
Pero siempre que podía se acercaba a visitar a su viejo amigo. Le contaba todos sus secretos. Le decía como se sentía, unos días felices y otros tristes. Hablaban de sus juegos y de sus amigos. El árbol le enseñaba a cuidarse y a protegerse. También le enseñó a usar la espada y el arte de hacerse invisible. Sólo ellos sabían su secreto.
Pasaron los años y Luc se hizo grande y fuerte. Sabía muy bien que alimentos eran buenos para su salud y cuáles no.
Aprendió a ser prudente y a tener cuidado para protegerse de sus enemigos. Se estaba convirtiendo en un gran guerrero, para poder cumplir con su misión cuando fuera el momento.
Ahora sabía que él solo era el hijo. El segundo de los hermanos.
Sabía que tiene un amigo que lo cuida y lo protege.
Sabía que con su amigo el árbol nadie le haría daño. Pues era el más grande y el más fuerte y el más sabio de toda la aldea.
Y también sabía que un día sería un gran Ninja como lo fueron su padre, su abuelo y todos sus antepasados.
Sabía cuál era su misión y estaba dispuesto y decidido a cumplirla.
La tristeza y el enfado habían desaparecido y el sol volvía a brillar en su vida.
Por María Jesús Cubillo García