Los Órdenes del Amor: cuando el alma recupera su cauce
Autora: María Jesús Cubillo García
Introducción
“Con amor, solo con amor, no basta. Tiene que estar en orden.”
— Bert Hellinger
¿Cuántas veces hemos amado profundamente y, aun así, no ha funcionado?
Parejas que se separan, hijos que se pierden, vínculos que duelen.
El amor es como el agua: sin un cauce, se desparrama.
Las Constelaciones Familiares nos enseñan que para que el amor sane, debe estar en orden. A eso se refieren los Órdenes del Amor. Y aquí te los comparto, con ejemplos reales y vivencias del alma.
Pertenencia – Todos tienen un lugar
Todo ser humano pertenece a su sistema familiar.
Cuando alguien es excluido —por vergüenza, miedo, dolor o silencio— el sistema reacciona.
Y ese desequilibrio puede expresarse en generaciones posteriores: en forma de enfermedades, bloqueos, repeticiones, o un malestar sin nombre.
Ejemplos reales:
- La madre soltera que fue escondida.
- El abuelo combatiente del bando perdedor, silenciado por miedo.
- El suicidio que nunca se nombró.
- El padre que es denigrado ante los hijos tras una separación.
Un cliente mío llevaba el nombre de su abuelo muerto en la guerra civil.
Años después, aún cargaba una rabia que no era suya, sino del alma herida por la exclusión.
Cuando alguien es rechazado, ignorado o negado, su dolor busca expresión en otro miembro del sistema.
Constelar es devolverle su lugar. Es decirle: “te veo, te reconozco, perteneces.”
Jerarquía – Cada uno en su sitio
El orden de llegada importa.
Los padres son grandes. Los hijos, pequeños.
Las parejas son iguales, hombro con hombro.
Cuando un hijo hace de pareja, de madre o de sostén emocional de un progenitor, se produce un desorden que daña al alma.
Cuando no se honra a los padres por lo que dieron —la vida— el vínculo se corta, y con él, la fuerza.
Casos frecuentes:
- Hijas que hacen de madre para sus madres.
- Hijos que ocupan el lugar del padre ausente.
- Parejas que ignoran el pasado del otro (ex-parejas, hijos anteriores) y crean tensiones invisibles.
“Antes que yo estuvo otra mujer”, “estos hijos llegaron antes”.
Esa es la conciencia amorosa que ordena el sistema.
El orden no es rigidez. Es respeto.
Y cuando lo respetamos, la energía fluye hacia adelante.
Equilibrio entre dar y recibir – La danza del vínculo
En toda relación entre iguales, el equilibrio es vital.
Damos y recibimos en un flujo sano.
En la amistad, en la pareja, en el trabajo… todo se nutre cuando se mantiene ese vaivén.
Pero cuando alguien solo da… o solo recibe… o cuando hay daño no reparado, la relación se rompe.
Bert Hellinger decía:
“No hay peor perpetrador que una víctima con derechos.”
Para sanar, no basta con pedir perdón.
Hay que reparar.
Hacer algo por el otro que le beneficie y que a nosotros nos suponga un esfuerzo.
Y si el otro lo toma… la relación se restaura.
Reflexión final
Estas leyes no son reglas.
Son movimientos profundos del alma.
Aplicarlas transforma no solo una constelación.
Transforma la vida.
Nos hace más sabios, más comprensivos… y mucho más libres.